Naty Sánchez Ortega es Licenciada en Historia y escritora. Está especializada en el pensamiento y el arte de las culturas antiguas, sobre los que imparte cursos y conferencias a nivel divulgativo para acercar estos temas al gran público.
Post dedicado a una de las figuras principales del budismo tibetano: Padmasambhava o Gurú Rimpoche, a quien se debe la primera gran difusión del budismo en Tíbet durante el siglo VIII. Su biografía mezcla lo histórico con lo mítico y nos muestra el poder espiritual y la fuerza de una figura clave del budismo tántrico o Vajrayana.
Vivimos una época maravillosa donde es posible conocer muy de cerca otras culturas y mentalidades. Hace apenas un siglo, la forma de vida de pueblos tan remotos como el Tíbet era para nosotros un eco de lejanas leyendas y poco más. Hoy, sin embargo, entramos a cualquier librería y tenemos acceso a siglos de literatura, costumbres religiosas, formas de pensamiento... Podemos, incluso, tomar un avión y situarnos a los pies de grandes monasterios o esculturas como esta y conocer en persona a lamas tibetanos. Ni siquiera hace falta viajar; en nuestra querida ciudad de Barcelona podemos conocerles y escuchar su propia voz. Basta con hacer una visita a la Fundación Casa del Tíbet. A pesar de todo, aún hay mucha gente que percibe las culturas desconocidas como algo exótico, o incluso "extraño". Quisiera, con este artículo, contribuir a dar a conocer la historia del budismo, en este caso el tibetano, que hoy constituye una fuente de inspiración para millones de occidentales.
Padmasambhaba significa "El nacido del loto" y alude a un personaje histórico que vivió durante el siglo VIII en la extensa zona que hoy abarca el norte de La India, Nepal, Afganistán, Pakistán, Tíbet y Bhután. También se le conoce como Gurú Rimpoche, que significa "Precioso maestro". Ha pasado a la historia como el hombre que logró la difusión del budismo en Tíbet, junto con otros dos personajes: el rey tibetano Trisong Detsen y el sabio indio Santarakshita. La escuela Nyingma o Escuela Antigua del Tíbet lo considera el fundador directo de su linaje, pero su importancia es tal que cualquiera de las demás líneas del budismo tibetano lo reconocen también como figura ejemplar, hasta el punto de considerarlo un segundo Buda.
El nombre de Padmasambhava hace referencia a una tradición según la cual nació espontáneamente de un loto en el lago Dhanakosha, con la forma de un niño de ocho años. Así lo encontró y lo adoptó como si fuera su propio hijo el rey de Oddhiyana, Indrabodhi, cuyo reino estuvo situado en el valle de Swat (frontera afgano-pakistaní actual). A través de este mito, Padmsambhava, como otros grandes fundadores de religiones antiguas, entra en el mundo del símbolo, propio de las sociedades de discurso mítico. Conocemos su biografía gracias a una de sus grandes discípulas, Yashe Tsogyel, que escribió una preciosa obra ya traducida al castellano por Erik Pema Kunsang: El nacido del Loto (Shabda Edicions).
El nombre de Padmasambhava hace referencia a una tradición según la cual nació espontáneamente de un loto en el lago Dhanakosha
Padmasambhava ya se había convertido en un gran maestro tántrico cuando el joven monarca del Tíbet, Trisong Detsen, decidió difundir la doctrina de Buda en su reino de los Himalayas. En un primer momento invitó a un famoso sabio llamado Santarakshita, que en aquel momento enseñaba en el prestigioso centro de sabiduría oriental que conocemos como "Universidad de Nalanda", en el norte de La India. Santarakshita aceptó la propuesta y viajó a Tíbet, donde empezó a construir un primer monasterio para impartir conocimientos en Samye, a unos 120 km de Lhasa. Sin embargo, según narra la tradición, los espíritus de las montañas se mostraron violentos contra las nuevas ideas y comenzaron a sabotear los trabajos. Así, aunque durante el día se alzaban varios muros, a la mañana siguiente lo encontraban todo destruido, hasta que llegó un punto en el que era imposible avanzar.
Cuando Santarakshita declaró que él no tenía capacidad para vencer a tales fuerzas y anunció que pensaba regresar a Nalanda, Trisong Detsen le suplicó que no se rindiera y que le dijera qué se podía hacer. Entonces Santarakshita le explicó que la única persona capaz de resolver esa situación era el gran maestro tántrico Padmasambhava. Lleno de esperanza, el rey mandó emisarios para que le encontrasen y le invitasen a Tíbet.
Al llegar a Samye, tras haber superado no pocas pruebas y obstáculos en el camino, Padmasambhava se cercioró de que las intenciones de Trisong Detsen eran honestas y que en verdad anhelaba que el Dharma (la enseñanza budista) se difundiera entre sus súbditos. Así, utilizando el phurba, la famosa daga ritual (ver fotos), logró someter a todos los espíritus y convertirlos en protectores del Dharma, de modo que a partir de ese momento no sólo dejaron de sabotear la construcción del monasterio de Samye, sino que además se incorporaron a las nuevas ideas religiosas, generándose así una genuina adaptación del budismo al Tíbet, que terminará por integrar aspectos diversos de la religión autóctona anterior, llamada Bon, que a su vez se vio influida por las aportaciones budistas.
Una vez establecido este primer espacio para la enseñanza, Padmasambhava hizo traer innumerables libros y textos en sánscrito que fueron traducidos al tibetano bajo su supervisión y la de Santarakshita y sus discípulos. Esta labor bibliografica fue importante en muchos aspectos, no sólo para el desarrollo del budismo tibetano, sino como legado histórico, pues muchas de tales obras habían desaparecido de La India apenas tres siglos después. Según se cuenta, cuando el sabio indio Atisha (982-1054) estuvo en Tíbet, se asombró de encontrar en sus bibliotecas libros que se consideraban perdidos para los budistas indios.
Daga ritual tibetana phurba o kila. Bronce, turquesas incrustradas y jade. Museu de les Cultures del món. Barcelona.
Padmasambhava permaneció muchos años más en Tíbet, aunque la cantidad varía según las fuentes. Sea como sea, otra de sus grandes aportaciones fue la tradición de los terma o "tesoros escondidos". Según nos cuentan, este gran maestro consideró que los tibetanos aún no estaban preparados para todas sus enseñanzas, por lo que escondió algunas de ellas en distintos puntos de la geografía del Himalaya, en los lugares más insospechados: cuevas, árboles, rocas... Los protegió no sólo de forma física, sino también con una serie de encantamientos mágicos que impedían que fuesen vistos por cualquier que no estuviera preparado o fuese la persona idónea. Debían ser encontrados en tiempos futuros, cuando el ser humano estuviese preparado para hacer buen uso de ellos. El más famoso de estos tesoros es el Bardo Thodol o Libro Tibetano de los Muertos, una obra que se ha convertido en parte del patrimonio de la humanidad y una joya en la tradición espiritual de todos los tiempos. Próximamente, me gustaría escribiros un poquito a propósito de este sorprendente texto.
Como hemos visto, Padmasambhava fue una figura clave para el desarrollo del budismo en Tíbet. Él supo conciliar antiguas tradiciones autóctonas con las nuevas ideas que aportaba el budismo, organizó la traducción de numerosos textos para su estudio y aportó libros, objetos y conceptos que se han convertido en características singulares del budismo tibetano. Su vida, llena de magia y de misterio, como corresponde a un personaje que oscila entre la historia y el mito, nos traslada a una época prodigiosa del devenir oriental. Os invito a conocer mejor a Padmasambhava, estoy convencida de que os fascinará por las leyendas que ha suscitado, pero sobre todo, por su infinita compasión y filantropía.
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