Siempre me ha parecido curioso el hecho de que la mayoría de historiadores y aficionados tiendan a destacar el genio militar de Alejandro Magno, y pocas veces se le preste mayor atención a la educación que recibió. Alejandro Magno tuvo varios maestros, cada uno de ellos potenció un aspecto de su carácter, cultivó en él ciertos símbolos y virtudes o trató de corregir alguno de sus defectos. Su trabajo, más la propia personalidad de Alejandro, fueron determinantes en los hechos históricos...
He aquí el relato de un héroe sin espada, que realizó una odisea en busca de la antigua Troya. Con Homero debajo del brazo como guía y mentor, puso su dinero al servicio de la Historia y se arriesgó a sufrir las burlas y menosprecios de los académicos de despacho que negaban la existencia de Troya sin haber intentado siquiera probar suerte con el pico y la pala. Rindo este homenaje a Schliemann por su generosidad y por su empatía con los antiguos, a los que respetaba tanto como admiraba.
Paris secuestró a Helena, y al hacerlo provocó la gran Guerra de Troya. Quizás nunca sospechó hasta qué punto iba a marcar para siempre el destino y la historia de las culturas mediterráneas. Largo tiempo se creyó que la guerra era apenas una leyenda, un relato épico para deleitar a los guerreros y educar a los jóvenes griegos. Sin embargo, en el siglo XIX, un arqueólogo aficionado pero enamorado de los poemas homéricos, se atrevió a iniciar una gran aventura: ¡Encontrar Troya!
Post de Naty Sánchez Ortega. El 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer, una cita con nosotras mismas y con nuestras compañeras de género. Es el momento de hacer oír nuestra voz, en susurros o con mucho estruendo, según las posibilidades, pero que ninguna quede apartada en el silencio.